martes, 30 de octubre de 2012

Claves para una lectura creyente de la realidad I: Cultivar la mirada contemplativa

La Lectura Creyente no es sólo un acto puntual, un método de oración, como haremos esta tarde. Es una actitud, un talante de vida, un modo de mirar la realidad que se cultiva y que nos va dando una sensibilidad para captar el Misterio de las cosas. Como toda actitud, talante o sensibilidad, se cultiva a través de momentos concretos y para ello nos ayudan ciertos métodos. La práctica de la Lectura Creyente nos va dando una Mirada Contemplativa.



¿Qué necesitamos para ser capaces de hacer esta Lectura Creyente, para cultivar esta Mirada Contemplativa? 

Como para todo lo que se cultiva, necesitamos TIEMPO, PACIENCIA Y CONSTANCIA. Necesitamos tiempos de silencio e interioridad para procesar la realidad en nuestro laboratorio interior. Tiene que haber mucho silencio e interioridad para encontrarse con Dios en el fondo de la realidad. Si no hay silencio, nuestro contacto con la realidad será superficial. Solo escucharemos el huracán, el fuego, el terremoto pero no captaremos la brisa suave (1 Re, 19). Y eso es lo que nos pasa habitualmente en la vida.



PERMITIR QUE DIOS ABLANDE NUESTRAS RIGIDECES Y VENZA NUESTRAS RESISTENCIAS.



Cultivar esta mirada creyente supone esfuerzo y lucha para dejar que Dios nos vaya despojando de nuestros esquemas. El tiene que ayudarnos a perforar muchas capas en nosotras hasta que llegamos al fondo, tiene que ablandar muchas rigideces. Cultivar una mirada contemplativa significa disponernos a dejarnos convertir. 

• A veces tenemos resistencias a mirar desde los ojos de Dios una realidad porque no nos gusta, hasta nos repele. Decimos (consciente o inconscientemente): “Esta persona... no, no, no puedo con ella... me resisto a mirarla con los ojos de Dios...” 



• A veces, nuestra resistencia es porque la realidad nos resulta dolorosa, aparentemente sin salida, nos deja en la impotencia y nos parece imposible ver a Dios ahí. “¿Cómo va estar Dios ahí?”.  

• Otras veces, nos cuesta descubrir a Dios en la realidad porque no vemos la realidad sino que vemos lo que queremos ver y convertimos nuestra mirada en una confirmación de lo que ya pensábamos. Sabemos o queremos ver lo que ya sabíamos (prejuicio).

Esto nos suele pasar porque nos miramos a nosotras mismas,  no a la realidad. El centro somos nosotras: nuestros desagrado, nuestro dolor o impotencia, nuestras ideas o prejuicios... y no la realidad misma.


¿Cómo DEJARNOS CONVERTIR?

 PERMITIR QUE LA REALIDAD SEA. Sea como es. Sin rechazarla, sin manipularla, sin querer que sea de otra manera. Y preguntarnos: esta realidad ¿de qué está hecha? ¿qué tiene dentro? ¿por qué es así? Esto es RESPETARLA, ACOGERLA…

• SOSPECHAR DE MI PROPIA MIRADA. Es muy posible, es casi seguro que esté distorsionada. Yo lo veo así pero… ¿la realidad podrá ser de otra manera?

• ATREVERNOS A MIRAR A PESAR DEL DOLOR Y LA IMPOTENCIA. No rehuirlo. A veces, mirar la realidad es atrevernos a dejarnos atravesar por el dolor... el gran misterio. Si tiene algún sentido es el de humanizarnos, colocarnos en nuestro sitio de criaturas necesitadas y abrirnos a la experiencia de la solidaridad y el despojo.

• tomar conciencia de que el fin de la Lectura Creyente de la Realidad no es que yo cambie (o que nosotras cambiemos) la realidad, sino DEJAR QUE LA REALIDAD NOS CAMBIE A NOSOTR@S. Muchas veces nuestra mirada a la realidad la hacemos desde nuestros esquemas y vamos, en directo, como una flecha a lo que no funciona, al juicio, a la condena y a lo que hay que cambiar. Pero la lectura creyente es un ejercicio de mirada a la realidad para descubrir cómo está presente Dios en ella (no para descubrir lo que hay que cambiar), para dejar que esa presencia de Dios en la realidad nos transforme a nosotras y nos revele cómo ayudar al Dios que ya está trabajando en esa realidad.


¿Qué nos puede ayudar a situarnos así?



La convicción de que Dios está ya en la realidad, siempre y en todo. No le ponemos nosotras. Si yo no le veo... no es por su ausencia... sino por mis ojos. Por lo tanto, necesitamos que nuestros ojos sean iluminados por la luz del Espíritu. Solas no podemos, solas nos perdemos, continuamos presas de nuestros miedos o rigideces. Necesitamos pedir, situarnos ante Dios como mujeres necesitadas. “Dame, Señor, tu mirada”

La mirada contemplativa tiene que ser también una MIRADA IMPLICATIVA. No hay mirada contemplativa si no hay implicación en la realidad, si no me dejo afectar y no me siento responsable, no siento la realidad como mía, como parte de mí y no me siento yo parte de esa realidad.

APRENDER A MIRAR AL ESTILO DE DIOS, APRENDER DE LA MIRADA DE JESÚS. Dios mira compasiva y apasionadamente la realidad. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos de los Egipcios… Y ahora anda, que yo te envío al Faraón”. (Ex 3, 7-10). Dios ve, oye, se fija… queda afectado, es movido a compasión, baja y libera. Baja a través de su enviado: el final de esta mirada de Dios a la realidad es el envío. El final de nuestra experiencia de Lectura Creyente de la realidad ha de ser una experiencia de ser enviadas. Sentir que Dios nos dice lo mismo que a Moisés: “He visto,… he oído,… siento compasión… Ve, yo te envío”.

Y por último, necesitamos HUMILDAD. No poseemos nosotras a Dios. Él nos desborda, es inmanipulable y su presencia rebasa toda frontera, separación, todo intento de contenerle en un solo sitio, lugar, religión, grupo humano. Le gusta estar sobre todo allí donde no le esperamos.

Tomado del taller Lectura Creyente de la realidad ,FMMDP, 2011 (Ana Isabel González, mmb)

1 comentario:

  1. Yo creo que la realidad es distinta a nosotros y es parecida a nosotros. Es parecida puesto que es construccion nuestra. Con nuestras acciones y omisiones construimos o somos responsables de esa realidad. Al mismo tiempo, es distinta a cada uno de nosotros porque somos tantos los que construimos la realidad que esa realidad no se agota en cada uno. guiados por el Espiritu Santo, la Fuerza de Dios, que es amor, caridad y bondad,para transformarla tenemos que intervenir todos, o al menos las comunidades cristianas, para mover esa realidad.

    ResponderEliminar