martes, 9 de octubre de 2012

¿Qué es “JPIC” y qué tenemos que ver nosotr@s?

Desde que el Señor llamó a Francisco a la conversión, en 1205, conduciéndolo entre los leprosos de la periferia, de las márgenes de Asís, hasta su muerte en 1226, toda su vida evangélica estuvo en sintonía con la Justicia, la Paz y  la integridad  – o el cuidado o la salvaguarda - de la creación. No podía ser de otra manera, dado que Dios lo había impregnado del Espíritu Santo para ser un apasionado buscador, constructor y servidor del Reino (Mateo 6, 33) al que Jesucristo consagró su vida, su predicación y su misterio pascual. Francisco y sus compañeros sirvieron a los excluidos de su tiempo: los leprosos,  limpiando sus llagas y acompañándolos  – como que eran personas despreciadas, temidas, y, por tanto, necesitadas de mucho amor - ; procuraron vivir en paz consigo mismos y experimentar la misericordia de Dios para estar dispuestos a reconciliar a los enemigos; bendecían al Creador por la existencia de las más diversas criaturas – acción de gracias que se hizo poesía y canto en el Canto de las Criaturas que Francisco  empezó a componer uno o dos años antes de su muerte -. Estas actitudes llegaron a ser aspectos esenciales, rasgos distintivos de los hombres y mujeres que a lo largo de 8 siglos han descubierto el llamado de Dios a mantener vivo el carisma franciscano.

Pero con el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia desde fines del siglo 19, y, más aún, con el Concilio Vaticano 2º (cuyo 50º aniversario de su apertura recordaremos el próximo 11 de octubre, cuando el Papa Benedicto 16 inicie con toda la Iglesia el “Año de la Fe”), los cristianos nos damos cuenta que estas 3 actitudes son valores del Reino, que Dios a todos nos urge a encarnar, si de verdad seguimos a Jesucristo. En uno de los documentos del Concilio, la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, llamada “Gaudium et Spes”, comienza diciendo: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre  todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. Desde que el Hijo de Dios se encarnó, pasó por este mundo haciendo el bien, entregó su vida en la cruz y resucitó, el Reino de Dios y la salvación pasan por la transformación de la historia. En la historia conducida por el Espíritu va creciendo el Reino de Dios a cuyo servicio está la Iglesia. 


Por eso, Justicia, Paz e Integridad de la Creación (abreviadamente hablamos de JPIC ) son actitudes que nos ponen en camino de:


• escuchar al mundo: leer los  “signos de los tiempos” estando dentro del mundo, participando de sus gozos y preocupaciones. Por eso la Iglesia  debe hacer un éxodo  hacia la periferia.


• asumir los anhelos, valores, clamores y logros del mundo: libertad, igualdad, participación, pluralismo, democracia, preocupación por la justicia, por el medio ambiente


• ofrecer una práctica evangélica  basada en el testimonio de vida, en el servicio, la colaboración y la solidaridad


• para transformar el mundo según los valores del Reino.


Veamos ahora qué aspectos abarca esta dimensión JPIC de nuestra vida franciscana y, ante todo, cristiana.


JUSTICIA: todas las cuestiones relacionadas con  la justicia social: el trabajo, la exclusión 

social…; la justicia internacional: el desarrollo integral de los pueblos, la erradicación de la pobreza…; la ética en los sistemas económicos y financieros; la justicia ambiental: hace visible la conexión entre la crisis ambiental y la crisis de la pobreza, buscando el trato justo por el que  ninguna población debería estar obligada a asumir una cuota desproporcionada de exposición a los peligros medioambientales por carecer de poder político o económico.

PAZ: los problemas relativos a la guerra, al desarme, a los armamentos y al comercio de las armas, a  la seguridad internacional y a la violencia bajo sus diversos y cambiantes aspectos (terrorismo, nacionalismo exacerbado, etc.), fija también su atención en los sistemas políticos y en el compromiso de los católicos en el campo político.


DERECHOS HUMANOS: que  son aquellas libertades, facultades, instituciones o 

reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos  que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de etnia, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Hay derechos de 1ª generación: son los derechos civiles y políticos, vinculados con el principio de libertad. (exigen de los poderes públicos su no injerencia en la esfera privada). Los derechos de 2ª generación son los derechos económicos, sociales y culturales, vinculados con el principio de igualdad (exigen la intervención de los poderes públicos, a través de prestaciones y servicios públicos). Los derechos de 3ª generación se vinculan con la solidaridad, e influyen en la vida de todos, a escala universal (precisan para su realización una serie de esfuerzos y cooperaciones a nivel planetario: el derecho a la paz, a la calidad de vida, las garantías frente a la manipulación genética …).

ECOLOGÍA: La 1ª Conferencia de Naciones Unidas sobre ecología se celebró en 1972 en 

Estocolmo. En los años 80 fue creciendo la preocupación social e internacional por el medio ambiente y alcanza un punto álgido en 1992 en la Conferencia de Río de Janeiro sobre Ecología y Desarrollo. El pasado mes de junio de 2012 se realizó una nueva Conferencia de las Naciones Unidas y, en paralelo, la Cumbre de los Pueblos “Río + 20”, en busca de nuevos acuerdos internacionales para la erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible  -es decir, un desarrollo que no sea solo económico sino integral y no contaminante-. A nivel ecuménico el Consejo Mundial de las Iglesias ha ido relacionando los problemas ecológicos con los de la justicia y de la paz, popularizando la expresión “integridad de la creación”. Juan Pablo II, que en 1979 había declarado a San Francisco de Asís “patrono de la ecología”, expresó la sensibilidad y preocupación de la Iglesia en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1990, titulado “Paz con Dios Creador, paz con toda la Creación”.  En 2001 él amplió esta reflexión y llamó a todas las personas a una “conversión ecológica”, porque la crisis ecológica es una crisis moral, es decir, tiene que ver con nuestro comportamiento personal y social desaprensivo y destructor hacia la naturaleza. Más recientemente, Benedicto 16 ha dicho que la raza humana debe escuchar a la voz de la Tierra o correr el riesgo de destruir su propia existencia. Todos y cada uno deberíamos convertirnos a un nuevo estilo de vida más ecológico, es decir, más austero, más frugal, menos consumista, que consiste en el uso moderado, sobrio y justo de los recursos, evitando lo superfluo y el derroche, a partir las 3 “R” ecológicas: REDUCIR, REUTILIZAR, RECICLAR.

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