lunes, 22 de septiembre de 2014

Sí a combatir el cambio climático

Durante el pasado año 22 millones de personas en 119 países se vieron obligados a abandonar sus hogares a causa de desastres naturales, el triple que el número de desplazados por conflictos. La región más afectada fue Asia, donde 19 millones de personas, más del 87% del total de desplazados, debieron huir de sus zonas de residencia a causa de esos fenómenos.


A partir de mañana, 23 de septiembre, tendrá lugar en Nueva York una cumbre convocada por Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, para que líderes políticos, sociales, industriales y financieros se comprometan a paliar los efectos del cambio climático construyendo una economía baja en carbono. A ésta cumbre, que lleva el lema «Sí a combatir el cambio climático», le seguirán las de Lima y París donde se esperan grandes decisiones el próximo año. Pero, ¿se adoptarán medidas valientes o serán, como el Protocolo de Kioto, promesas vacías? Las ideas están claras pero, reformulando la gran cuestión al modo clásico, nos preguntamos: ¿quién le pondrá el cascabel al gato?


El cambio climático no es un problema lejano. Ya es una realidad, que tiene consecuencias evidentes en la vida de las personas. El cambio climático está creando trastornos en las economías nacionales por los que hoy estamos pagando un precio muy caro, y en el futuro pagaremos un precio aún mayor. Sin embargo, cada vez se reconoce más que en la actualidad disponemos de unas soluciones asequibles y ampliables que nos permitirán dar un gran salto cualitativo hacia unas economías más limpias y resilientes.


Como hijos de Dios que viven en un planeta que está en peligro debido a nuestra incapacidad para cuidar de él, dirigimos nuestra súplica al Padre. La vida humana está en riesgo a causa de nuestra explotación desmedida de los recursos, de nuestras guerras por los bienes de la tierra, y una renuencia a asumir la responsabilidad de aquellos que son pobres y oprimidos. Le pedimos a Dios un corazón nuevo, uno que reconozca la responsabilidad por nuestra hermana, la Madre Tierra, y por todos sus hijos, presentes y futuros.

Oramos con el Salmo 8:

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

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